lunes, agosto 22, 2005

El síndrome de Andrés Manuel

Estrictamente personal

Raymundo Riva Palacio
22 de agosto de 2005
El síndrome de Andrés Manuel

El PRD está crujiendo por dentro, enfrentando a López Obrador con Cárdenas por un grupo de ex salinistas que quisieron destruirlos en 1988

Las huestes incondicionales de Andrés Manuel López Obrador, precandidato del PRD a la Presidencia, están desatadas contra Cuauhtémoc Cárdenas por su coqueteo hacia otros partidos para evaluar su cuarta candidatura presidencial. Todo tipo de epítetos se le han lanzado en privado: desde la superficialidad de su edad hasta tildarlo de traidor, pasando por supuesto por la categorización de loco. Hay en todas esas descalificaciones un dejo de preocupación porque una ruptura en el PRD, que es lo que significaría la aceptación de Cárdenas de otra candidatura, incrementaría las dificultades que ya tiene López Obrador para entrar en competencia electoral en 2006.

Pese a ser puntero en las encuestas, la popularidad de López Obrador da muestras de fatiga, lo cual es natural. Si alguien llega tan alto en tan poco tiempo, es extremadamente difícil que siga subiendo; lo normal es que sólo baje. Además, la popularidad no se traduce mecánicamente en voto; más aún si falta casi un año para las elecciones, y aún no hay candidatos oficiales, ni se ven las estructuras, ni empiezan las campañas. El triunfalismo que hay en algunas partes del equipo de López Obrador, que inclusive ya empezaron a repartirse puestos en el gobierno federal, no es compartido por otras partes del mismo equipo, que saben perfectamente que si no logran elevar el número de votos fuera de la clientela del PRD, van a estar fuera de competencia.

Para contender contra el PAN y el PRI necesitarían de al menos unos 3 millones y medio de electores nuevos, si se mantienen las tendencias de voto y abstención actuales, por lo que si Cárdenas saliera del PRD, a ese total se le tendrían que añadir varios cientos de miles o quizá una cifra de siete dígitos a las necesidades objetivas para entrar en competencia. Quien piense que la elección de 2006 está decidida, está en un error absoluto. El sector más fogueado e inteligente alrededor de López Obrador está encabezado por Manuel Camacho, quien abandonó el PRI indignado porque la persona por la que trabajó toda su vida profesional para llevarlo a Los Pinos, Carlos Salinas, no le heredó el poder cuando creía merecérselo, en 1994, y lanzó un partido para apoyar su propia candidatura presidencial que fracasó.

Camacho es el verdadero jefe de campaña de López Obrador, como lo fue de Salinas en su campaña presidencial, y ha estado tejiendo alianzas en México y en Estados Unidos donde está en pláticas para contratar a una influyente agencia de relaciones públicas de Washington para persuadir que el tabasqueño es lo mejor que tiene el país para gobernarlo el siguiente sexenio. Pero las cosas no les están saliendo del todo bien, como pregonan. Una clave sutil fue el artículo que escribió Camacho en EL UNIVERSAL hace una semana donde se quejaba de que "la derecha" eufemismo de empresarios le tiene miedo a López Obrador por lo que no se ve dispuesta a inyectar recursos a su campaña, que se dio tras las fallidas gestiones para hablar con los más importantes empresarios de Monterrey.

Al precandidato le fue mal no exclusivamente porque la visión de los empresarios de Monterrey es totalmente diferente a la de López Obrador y le tienen desconfianza. La razón central de su malograda visita con ellos se dio porque la persona regia que buscó las citas está muy desprestigiada. López Obrador pagó platos rotos que ni siquiera quebró. Esa dialéctica se extrapola a otros campos de la precampaña. El umbral de la ruptura dentro del PRD no se da porque López Obrador esté tan sólido para la candidatura la razón por la que Cárdenas se retiró de buscarla es porque las encuestas le eran totalmente desfavorables, sino porque la masa gris que rodea íntimamente al precandidato, Camacho y su eterno colaborador Marcelo Ebrard, son enemigos históricos del PRD.

En las turbulentas elecciones de 1988, las noches siguientes a que se anunció la victoria de Salinas fue Camacho quien ofreció reconocer al movimiento de izquierda que tuvo a Cárdenas como candidato, sus victorias en el Distrito Federal, Guerrero, Michoacán, Morelos y en diversos distritos del estado de México, a cambio de que no rompieran el orden constitucional. No lo hizo, pero sólo cumplieron Salinas y Camacho con victorias limitadas en el Distrito Federal y Michoacán. Tras de ello, Camacho y Ebrard se convirtieron en los principales operadores salinistas contra lo que sería el PRD. Toda esa campaña en contra del partido en el sexenio salinista le costó al PRD más de 500 muertos. Vista la historia, se puede comprender que sea inaceptable para quienes lucharon y murieron, que Camacho sea la materia gris de López Obrador y que Ebrard sea el delfín del tabasqueño para la candidatura al Gobierno del Distrito Federal.

La dupla Camacho-Ebrard es lo que está causando el desgranamiento en el PRD. López Obrador le hizo caso a Camacho en la designación de Yeidckol Polevnsky en la candidatura para el gobierno del estado de México, que terminó en fracaso, y ahora está necio en mantener a Ebrard como su candidato al Distrito Federal, sobre la base de que es quien sale mejor en las encuestas. La obsesión de López Obrador por Ebrard parecería responder al síndrome de Estocolmo, donde el precandidato fue cautivado por Camacho, su anterior represor, y quedó subordinado a sus deseos: le hace caso en todo, habla sólo lo que le indica y ejecuta sus recomendaciones, como en el caso de Ebrard, quien fue el brazo ejecutor de la campaña en contra del PRD.

Para algunos resulta muy difícil entender la oposición de Cárdenas, entre otros perredistas, a los caprichos de López Obrador inspirados por antiguos salinistas. Para otros es al revés. ¿Por qué manejan a López Obrador quienes antes trataron de aniquilar al PRD? Quizá, porque López Obrador ya dejó de tener corazón perredista.

rriva@eluniversal.com.mx / r_rivapalacio@yahoo.com

De Jorge Fernandez Melendez: AMLO cosecha tempestades

Las cosas no están saliendo bien para Andrés Manuel López Obrador en el inicio de su campaña electoral. El ex jefe de gobierno se ha dedicado durante los últimos años a abrir frentes, a hacerse enemigos, a sembrar vientos, en la lógica de una intolerancia sólo equiparable a su pragmatismo. Para ello era lo mismo inventar complots e ignorar la corrupción de su equipo más cercano que decirse de izquierda y presentar planes de gobierno conservadores; postularse como candidato único de su partido y al mismo tiempo dejarlo de lado; colocar como su principal enemigo al salinismo y crear un equipo conformado, casi en absoluto, por ex salinistas. O rubricar su visita a Monterrey con una visita al arzobispado al mismo tiempo que reclamar para sí la candidatura de la izquierda.

El que las cosas no estén funcionando bien se percibe en los actos públicos: en la gira por la huasteca potosina juntó 500 personas en Ciudad Valles, donde llegó dos horas tarde; ello porque cambió la estructura de la gira para concentrarse en reuniones con militantes del partido al comprobar que las reuniones con los integrantes de las redes ciudadanas serían un fracaso. En Monterrey, según su propio equipo, juntó cuatro mil personas (en realidad fueron bastante menos) pero tampoco le fue bien: trató de presentar su propuesta de gobierno pero volvió a hacerlo en forma desafortunada, sin decir jamás cómo hará las cosas, algo que molesta, sobre todo a los regiomontanos. Dijo que cambiará las declaraciones fiscales obligatorias por “autodeclaraciones fiscales” voluntarias, lo que no parece ser un remedio idóneo para un país aquejado por uno de los índices de recaudación fiscal más bajos sobre porcentaje del PIB del continente, y marcado por la evasión y la elusión fiscal. También prometió bajar drásticamente los precios del gas, la gasolina y la electricidad, pero sin realizar reforma alguna, también sin recibir recursos del sector privado (¿entonces cómo?) y volvió a repetir que lo haría a través de una promesa que, lisa y llanamente es una mentira, que no puede cumplir: reduciendo, sólo en un año, nada más y nada menos que en 10 mil millones de dólares el gasto corriente. ¿Cómo podrá hacerlo?, es algo que jamás ha logrado responder.

Pero las cosas no le van bien por otras razones que van más allá de los programas sin contenido. López Obrador se encuentra ante tres frentes difíciles de enfrentar simultáneamente. Por una parte, en el sector privado no tiene credibilidad y la insistencia en presentar propuestas sin decir cómo las llevará a cabo no le alcanza para recuperar terreno en ese sentido. Pero como no hay respuestas que no lo comprometan a izquierda o derecha, el ex jefe de gobierno no quiere dar la cara con ese sector: para eso envía a Manuel Camacho a hablar por él, con el único problema de que éste tampoco tiene credibilidad en ese sector, salvo en grupos que ya trabajaron con el ex regente, previo a la sucesión presidencial del 94. No ayuda tampoco que Camacho esté diciéndole a los empresarios que lo que él dice es exactamente lo que en el terreno político y económico piensa Andrés Manuel. El ex jefe de gobierno, finalmente, tampoco aclara las cosas porque se ha negado a ofrecer entrevistas en las que pueda ser cuestionado sobre estos temas.

Si en ese frente el tabasqueño tiene problemas, en el otro extremo del espectro político no le va mejor: Marcos y el zapatismo, a pesar de que recibieron toda la cargada mediática de los epígonos de Andrés Manuel, incluyendo la enorme mayoría de los que lo alababan incondicionalmente hasta hace unas semanas, ha puesto en una situación complica a López Obrador. Si la estrategia era dejar que se lo criticara desde la izquierda dura para mostrar que el candidato único no es tan radical como dicen, la misma no sirvió porque en los sectores a los que tendría que haber llegado ese mensaje no hubo registro del mismo. Pero dejó confundida a buena parte de la izquierda, que ve cómo su candidato se torna cada vez más pragmático y muestra con más claridad su cara conservadora.

El viernes, como aquí adelantamos, en el congreso del PT se lanzó el frente amplio entre ese partido y Convergencia, donde resulta evidente, casi explícito, que la candidatura la proponen para Cuauhtémoc Cárdenas. Apenas días atrás, Leonel Cota Montaño, el presidente nacional del PRD, había dicho que para su partido no había marcha atrás: que la candidatura ya estaba definida legalmente para López Obrador y que si se proponía ese frente, el PRD sólo se incorporaría con la base de que la candidatura fuera para AMLO. Pero en el PT y en Convergencia no se amilanaron y lanzaron de todas formas su propuesta. En el PRD no supieron que contestar y Cota Montaño llegó a la conferencia de prensa en la que se estaba proponiendo ese frente (llamado “democrático de izquierda”) casi una hora tarde, para ratificar que querían el frente pero con AMLO de candidato, al tiempo que López Obrador reconocía que si se daba un frente de esas características estaría “dispuesto” a resignar su candidatura para buscar la unidad, pero una vez más no a debatir o enfrentarse a Cárdenas. Miembros del círculo cercano a López Obrador dijeron que todo era una estrategia para vender más caro el apoyo del PT y Convergencia a la candidatura del tabasqueño. Puede ser, habida cuenta, sobre todo, que en las reuniones que ya han mantenido con el equipo de éste, el máximo ofrecimiento que recibieron fue que se les garantizaba el mínimo porcentaje electoral como para obtener el registro y cuatro diputados a cada uno: un porcentaje que podrían superar con creces lanzándose con Cárdenas. Y allí reside, sin duda, uno de los mayores temores de López Obrador: sabe que si Cárdenas busca la presidencia en forma independiente, sus posibilidades prácticamente se esfuman. El problema es que el ex jefe de gobierno ha agredido en los últimos cinco años una y otra vez al ingeniero y a su gente, los ha desplazado, los ha lastimado, muchos de ellos aseguran, lisa y llanamente, que los ha traicionado (lo mismo que, por cierto, dicen los zapatistas). Y en política, pocas cosas son más difíciles de olvidar que la traición.

Ligado a ello, el miércoles renunció al PRD el senador Demetrio Sodi para buscar la candidatura en el DF. Demetrio era una de las mentes más talentosas y abiertas del perredismo y por lo tanto fue bloqueado una y otra vez, sobre todo por el propio López Obrador y la corriente bejaranista. Habrá que ver qué sucede con Sodi y su candidatura, pero el hecho es que la presencia de Demetrio, tanto como la precandidatura de Beatriz Paredes, están perforando la coraza de seguridad del perredismo en la capital, debilitada por el enfrentamiento de las corrientes de Jesús Ortega, Pablo Gómez y Armando Quintero, con Marcelo Ebrard.

Como si le faltaran frentes abiertos, otro sector de la izquierda que López Obrador siempre ha despreciado, el que se nuclea en torno al partido Alternativa, también se apresta a lanzar la candidatura presidencial de Patricia Mercado, que recogerá muchas de las causas que el ex jefe de gobierno rechazó durante su gestión en el GDF y que no incluye en su programa de campaña. Paty Mercado como aspirante de Alternativa seguramente no estará disputando los primeros lugares de las elección presidencial, pero su candidatura constituye la posibilidad, postergada ya en el 2000 y el 2003, de comenzar a construir una nueva izquierda, más tolerante, más progresista (en el mejor sentido del término) y alejada del pragmastismo corporativista que ha caracterizado al lopezobradorismo.

Y todo ello se comienza a reflejar en las encuestas que manejan López Obrador y su adversarios. No es una caída radical, en picada: se trata de un desgaste casi cotidiano que demuestra que el pico más alto de la popularidad de AMLO ya pasó y ahora viene, inevitablemente, el descenso. Todavía puede ganar, pero para él ya nada será igual.

martes, agosto 09, 2005

LA VERDAD DEL SR. LOPEZ

LA VERDAD DEL SR. LOPEZ

El que quiere cambiar el modelo económico del País -Andrés Manuel López Obrador- reprobó esa materia en sus estudios universitarios.

Según los historiales académicos que emite la UNAM, López Obrador tuvo 6.2 de promedio (de acuerdo a créditos obtenidos, es decir, aun adeuda materias) cuando cursó Ciencias Políticas . En el historial académico del perredista se registra que ingresó a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM en 1973. Pero 14 años después, en 1987, todavía estaba presentando exámenes extraordinarios para aprobar la materia de Seminario de Tesis I y II.

Con número de matrícula 7370246-5, López Obrador acumula siete materias no aprobadas: entre ellas Economía que reprobó en dos semestres seguidos. Lo mismo ocurrió con Matemáticas y Estadística, donde no las aprobó ni en los exámenes extraordinarios.

Por si fuera poco, el precandidato del sol azteca apenas pasó las materias de Partidos Políticos, Psicología Social y Filosofía Política. De hecho, tiene 13 "S" de 38 materias en total -que según la UNAM es una calificación que marca como "suficiente"-.

Hasta aquí, la nota publicada por el diario Reforma.

Ahora lean lo que al respecto, publica el día de hoy el prestigiado columnista CATON:
"Fui maestro durante 40 años. En ese tiempo la experiencia me enseñó que las calificaciones no dicen todo acerca de un alumno, pero sí hablan mucho de él. Las buenas notas en las materias escolares son indicativas de sentido de responsabilidad, de trabajo, de tiempo dedicado al cumplimiento de los deberes cotidianos. Puede haber, es cierto,estudiantes brillantes que luego son profesionistas mediocres, y aun fracasados.

También, al contrario, sabemos de malos escolares que luego triunfan en la vida. Pero unos y otros constituyen excepciones, y es posible asentar un principio general según el cual las actitudes y conductas que alguien mostró como estudiante serán las mismas que luego evidenciará cuando profesionista, y en su modo de ser como persona.

Por eso reviste interés grande el análisis hecho por el Grupo Reforma de las calificaciones que en la Universidad obtuvieron los tres principales aspirantes a la Presidencia.
Ese análisis muestra que Andrés Manuel López Obrador hizo su carrera en la misma forma que habla: a pausas. Tardó 14 años el señor en terminar una carrera que se cursa en cinco. Vale decir, fue fósil de la UNAM. Reprobó materias a diestra y a siniestra, y varias las aprobó en exámenes extraordinarios merced a la infinita benevolencia de esa indulgente madre, la Universidad.

Si era firme mi decisión de no votar por López Obrador en caso de que llegue a candidato, tal decisión se fortalece más al conocer su pésima trayectoria de estudiante.

Por ella, se puede concluir que los logros de López Obrador NO han sido fruto de la preparación y mucho malo... Si AMLO como estudiante no fue ni fu ni fa, como político es también así: ni fu ni fa..."

A TI QUE LEÍSTE ESTA NOTA, POR EL BIEN DE MÉXICO Y EL FUTURO DE QUIENES VIVIMOS EN EL, COPIA Y ENVIA ESTE MENSAJE A TODOS TUS CONOCIDOS.